viernes, 4 de junio de 2010

El hijo, el hijo, y el hijo.


A fines de los años ’50, el psicólogo norteamericano Milton Rokeach tuvo un plan. Tomó a tres de sus pacientes, cada uno de ellos creyéndose Jesús, y los hizo vivir juntos durante dos años en el asilo Ypsilanti para ver si cambiaban su forma de pensar.

El psicólogo estaba intrigado por algunas historias de agentes del servicio secreto que experimentaban una pérdida de contacto con su identidad original. Rokeach se preguntaba si el sentido de identidad podía ser revisado en un entorno experimental. Encontró su respuesta en la Biblia: como las escrituras dicen que hay un solo hijo de Dios, Rokeach decidió confrontar a los tres mesías y documentar la historia en su libro de 1964, ahora agotado: Los tres Cristos de Ypsilanti.
Los delirios de Jesús no son comunes pero sí tienen una larga historia: cuenta Voltaire que, en el año 1663, un tal Simon Morin fue quemado en la hoguera por insistir en que era Jesús (¿y si era verdad?). El excéntrico psicólogo norteamericano Milton Erickson tuvo también la idea de juntar a dos Cristos, y uno de ellos se curó. “Estoy diciendo lo mismo que dice este loco –dijo el recuperado–. Eso significa que yo también debo estar loco.”
Rokeach no tuvo el mismo éxito: sus tres Cristos –Leon, Joseph y Clyde– empezaron mal y siguieron peor. Tuvieron intensos debates que se volvieron discusiones y en algunos casos llegaron a los golpes; no siempre se puede ofrecer la otra mejilla.
Vaughan Bell, un neuropsicólogo de la Universidad de Antioquia, en Colombia, cuenta la historia en el sitio web Slate. Su opinión es que el libro de Rokeach no habla acerca de un experimento serio, sino del plan absurdo de un psicólogo cuya pasión le ganó al sentido común. En una reedición de 1984, Rokeach escribió: “No tenía derecho, ni siquiera en nombre de la ciencia, a jugar a ser Dios e interferir en las vidas de estos hombres”.
El libro Los tres Cristos de Ypsilanti, entonces, cuenta la historia de cuatro locos en un asilo: tres locos que se creían Jesús y un loco que se creía, al mismo tiempo, psicólogo y Dios, pero no necesariamente en ese orden.

4 comentarios:

MaLena Ezcurra dijo...

Ja! Me fascinan los locos cada día los siento más cuerdos.


Buen relato, compañero.


Abrazo va.



M.

austerlitz50 dijo...

No es mío, valga decir Malena. Desde Internet para acá, "el copywright murió al amanecer"

Abrazo.

MaLena Ezcurra dijo...

Ja!
Vengo a saludarte Auster, simplemente porque disfruto charlando con vos.

No me hables del copyright porque estoy sufriendo ese tema con una blogger que copia mis textos, mi estética.

Desastre total.


Beso y linda semana.


M.

austerlitz50 dijo...

Lo mío es titular, editorializar, cada tanto pongo un texto, pero poco.
Tus textos los podés proteger de alguna manera, registrándolos fuera de la red, pero es medio lío, vos verás, ahora tu estética... No pueden llegarte a la punta de los talones, Male. Comemos de tus sobras...jajajaja.



Me gustó eso de "vengo a saludarte..." Da una idea de ronda, de "ví luz y pasé a saludar", genial!!


Besos y lo mismo para vos. Que estes bien.