Un grupo de setenta jubilados catalanes de entre 60 y 80 años, veteranos de la resistencia a la dictadura de Franco, ha comenzado a utilizar su experiencia en la lucha clandestina, reemplazando a los jóvenes indignados. Se especializan en acciones “relámpago”. Han ocupado la sede del Banco Santander y la sede en Barcelona de la agencia de calificación Fitch. Su última acción fue el secuestro de un autobús urbano por el aumento de las tarifas. El sociólogo Felipe Aranguren, de 61 años, se ha presentado como su portavoz. Destaca que ahora “hay más mentiras” que durante el franquismo, donde “la represión era más directa”. “Queremos hacer ver que los abuelos no estamos muertos –agregó–. Que estamos vivos y que apoyamos a los jóvenes en su lucha.”
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